Tobías Gómez era un niño como otro cualquiera, flacucho, esmirriado y con el pelo desaliñado, cada mañana emprendía su camino al trabajo en la obra del Marqués de Ponferrada, hoy en día ya no hay niños que trabajan, no al menos en España, pero en aquella época todo era muy distinto.
-¿Dónde vas con este sol de justicia Tobías?-le dijo Fran el molinero una mañana que salía de su casa.
-Voy a la obra del marqués pues en mi casa necesitamos comer.
Tobías vivía solo con su hermano que se llamaba Agustín. Agustín se quedo lisiado a muy corta edad por culpa de una enfermedad, por lo que Tobías siempre había tenido que cuidar de él, sus padres murieron acusados de brujos por el oficio de la santa inquisición, por lo que desde muy pequeño Tobías había tenido que valerse por sí mismo no solo para trabajar, si no para llevar una casa adelante y cuidar a su hermano.
-Molinero ¿tienes algo de pan para echarme a la boca?
-Ya quisiera yo hijo mío, ojala pudiera darle de comer a todos los críos de la ciudad-dijo el molinero con un claro pesar en sus palabras.
Tobías emprendió de nuevo el camino hacia la obra, siempre iba absorto en sus pensamientos por lo que apenas se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Ese día no se dio cuenta de que se cruzo con los hombres del comisario de la ciudad que iban ataviados con ropas negras hasta el cuello. Tobías llego al trabajo y se puso a sacar piedra de la cantera improvisada que habían montado los trabajadores por orden del marqués.
El día iba pasando lentamente como de costumbre, a media tarde pararon para comer, ese día Tobías no había podido llevar nada de comida, siempre solía llevar algo de pan y si había suerte lo acompañaba con un poco de queso, pero esa semana no había sacado dinero suficiente para poder comer todos los días.
-Toma hijo, come un poco de este pan blanco que me ha orneado mi mujer.
Antonio Humbrados un buen hombre que trabajaba en la obra se acerco a él y le ofreció una hogaza de pan, Tobías la acepto de buena gana y le agradeció con buenas palabras el pan, ese día comieron juntos y charlaron de la obra del marqués, de lo bien que iba quedar aquel palacete para la ciudad y el turismo que atraería, cuando termino el descanso Tobías volvió a bajar a la cantera aunque no lo hizo por mucho tiempo pues unos hombre vestidos con túnicas rojas llegaron a la entrada de la obra y lo llamaron a su presencia, un mozo se acerco a la cantera y lo saco casi por la fuerza de allí.
-¿Quiénes son ustedes y que buscan de mi?
-¿Eres Tobías Gómez, propietario de la casa blanca que hay junto a la bodega?
-Si, soy yo.
-Tienes que acompañarnos.
-¿Yo? ¿Porque? ¿A dónde?
-Los hombre lo agarraron sin mediar palabra, aunque trato de defenderse con uñas y dientes no pudo hacer nada pues él era un niño y ellos hombres.
Se internaron lentamente por un bosque que discurría unos cuantos metros de donde estaban haciendo el palacete para el marqués, Tobías forcejeaba y gritaba con todas sus fuerzas pero nadie parecía darse cuenta. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos de miradas indiscretas uno de los hombres lo bajo y lo empujo, dejándolo allí en el suelo, mirándolos con miedo en los ojos y con el semblante desconcertado.
-¿Qué queréis de mi?-Dijo bajando su voz dos octavas y dejando que el miedo invadiera aquellas palabras.
Uno de los hombres saco un hermoso puñal de plata con inscripciones árabes en la pulida hoja, Tobías se quedo blanco al ver aquella arma, sus pantalones se mojaron y el niño intento dar unos torpes pasos hacia atrás llenando toda su ropa de lodo.
-¡No por favor!-grito el niño al ver como el hombre se abalanzaba sobre él con la hoja de plata centelleando en sus manos.
Tobías solo sintió el frio acero atravesar su piel una vez, su pequeño corazón dejo de latir casi al instante, la sangre caliente y oscura brotaba de la herida abierta en su frágil cuerpo.
Nunca nadie volvió a saber de Tobías, ni siquiera su hermano que lo busco los primeros días lo consiguió, nadie en el pueblo supo quienes eran aquellos hombres y que buscaban de Tobías.
Me llamo José Toledo y hoy es 16 de septiembre de 2006, hoy en día el palacete del marqués de Ponferrada es un museo histórico, pero los guardias que lo custodian por la noche siempre han afirmado que al caer el sol siempre comienza a oírse el repiqueteo de las piedras al chocar contra el frio acero, nadie jamás ha conseguido averiguar a qué se debe ese ruido o de donde procede, pero todos en el fondo de su corazón siente una gran angustia cuando la noche cae en mi ciudad.
Relato creado por Miguel Gonzalez.
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